Aquí estoy, escuchando a los violadores del verso, mientras fumo un cigarro Newport. Tengo deseos de decir tantas cosas, pero es uno de esos días en que las ideas se agolpan en la cabeza como reos en un motín, al final ninguno logra salir.
“En esta letras no hay mensaje, el mensaje soy yo”. Eso lo acabo de escuchar en una canción. Esa frase tiene mucho de cierto y aplicable en el inmenso Blogespacio. En realidad quién o qué es el mensaje ¿Lo que escribimos o nosotros mismo? ¿Cuál es el motivo que nos lleva a escribir? ¿Es el deseo de ser leídos?
Todos tenemos algo que decir, pero no siempre tenemos alguien que nos quiera escuchar. Todo artista crea en honor a su ego. Desea que su obra sea contemplada, aunque no necesariamente entendida, la comprensión es un factor secundario. ¿Qué es lo que importa: la pregunta o la respuesta? ¿Qué es una respuesta sin pregunta? Quien hace las preguntas y da las respuestas, no aporta nada al lector. Quien sabe la respuesta del lector, no aprende nada. Quien no hace preguntas, no aporta ni aprende.
¿Qué desea el escritor: aprender o enseñar? ¿Qué desea el lector: respuestas o preguntas? ¿Quién es más importante: quien pregunta o el que tiene las respuestas? ¿Quién necesita a quien: el lector al escritor o el escritor al lector? ¿A quién cuestiona el escritor: al lector o a si mismo? ¿Busca acaso sus respuestas en cabezas ajenas? Al descifrar cada pregunta ¿Desciframos al escritor o a nosotros mismos? ¿Qué ocurre cuando es descifrado el enigma?
En cada párrafo que escribimos dejamos rastros de nuestro interior, y si esto no ocurre, esas líneas son meras manchas de tintas en un papel.
“De todo en cuanto se ha escrito, yo solo valoro aquello que alguien ha escrito con sangre. Escribe con sangre y te darás cuenta que la sangre es espíritu. No resulta fácil entender la sangre ajena; odio a los que leen por pasar el rato. Quien conoce al lector ya no le aporta nada...”
“…Quien escribe con sangre y en forma de sentencias no lo hace para que le leamos, sino para que aprendamos de memoria sus escrito…”
“…Las sentencias han de ser cumbres, y aquellos a quienes van dirigidas han de ser hombres altos y robustos.”
Así habló Zatarustra.
Federico Nietzsche.